Pensando en el
después.
Llega un
momento en que todo queda sostenido de un hilo, y ves cómo se derrumba la vida
completa. Quedas al borde de un
precipicio, y consideras que todo es del tamaño de un pañuelo, para dónde
quieras ver desemboca en el cementerio, empiezas a crecer comprendiendo que
realmente el mundo tiene el tamaño de un pañuelo.
Hasta que
descubres la ventana de Internet que te abre el panorama y empiezas a
considerar que el pañuelo se extendió.
Ese
descubrimiento llega un poco tarde quizás unos 30 o 25 años adelante.
Consideramos
que nuestra vida es lo más importante y la peor tragedia en el mundo y,
realmente cuando lo ves retrospectivamente descubres que el mundo está cargado
de tragedias y que existen factores que contribuyen a desarrollar esa tragedia.
Creo
firmemente que un sistema que ha contribuido a esas tragedias es el capitalismo
mal manejado que enriquece a unos cuantos pero esclaviza a otra buena cantidad
de humanos. No quiero decir con esto,
que considero que la solución al problema sea el comunismo y sus
derivaciones. No, creo que en realidad
el deterioro esté en el interior de los hombres.
El hombre que
en su carrera loca va hacia su propia destrucción creyéndose Dios y
sustituyendo a una divinidad que si ciertamente no existe, deja una doctrina de
principios morales bien fundamentada.
El hombre que
casi siempre está perdido en ese bosque de necesidades creadas por él mismo y
muere en el consumismo más animal.
El hombre, que
sustituye el amor por el factor necesidad y se pierde en un mar de conciencia
sin conciencia.
Me recuerdo de
una bella frase de San Francisco de Asís: “Yo necesito pocas cosas, y las pocas
cosas que necesito, las necesito poco”.