domingo, 31 de agosto de 2014



No tengo edad

ni tiempo

ni nostalgia.


Tengo alas abiertas al sol

esperando echar a volar.


La vida es constante espera

constante empezar

un aquí y ahora

sin antes ni después.





domingo, 10 de agosto de 2014

Doña Tula Villatoro

Esta cabeza mía que no me permite concentrarme en la lectura.

Muy de mañanita empecé a leer un libro que según la persona que me lo prestó es muy interesante, y no lo dudo.  Pero esta cabeza mía que en cuanto empieza a leer corre hacia otros horizontes y pierde la concentración en la lectura me llevó con doña Tula.

Un personaje que utilizaba mucho mi abuela cuando miraba que comíamos como descocidos.  Nos decía:  “Si seguís comiendo así te pondrás como  doña Tula Villatoro”.


Nunca la conocí pero por lo que decía mi abuela, deduzco que debe haber sido un personaje muy gordo y legendario quizás de la época de la juventud de mi abuela a quien con toda seguridad amenazaban con la misma cantaleta cuando comía como descocida.  JE.

Un día le pregunté quién es esa tal Tula Villatoro a lo que contestó:  “una señora muy gorda que camina por las calles de Guatemala”.   Lo que divierte es que la puerta de entrada a su casa es tan angosta que para que la Tula entrara en ella, tenía  que sesgarse y de seguro  le costaba  un mundo entrar.

Creo que la hicieron tan angosta, con el fin de que dejara de engordar.

Un día decidí llegar a la casa de la mencionada Tula para cerciorarme si lo que me decían era cierto.  La casa de doña Tula,  quedaba en la primera calle y 6ª avenida de la zona 1, no me costaba mucho llegar hasta ella porque nosotros vivíamos en la primera calle “D” y primera avenida de la misma zona, podía ir caminando inclusive.

Efectivamente vi una puerta tan angosta por la que podría pasar cualquier flaco pero doña Tula…

En una de tantas, pasando frente a la casa de doña Tula pero en carro,  vi bajar de un ídem, No a doña Tula, si no a su hijo que para entonces, ya era conocido como el hombre más gordo de Guatemala.  No pude creer lo que vieron mis ojos, ciertamente era un hombre muy gordo y para entrar por aquella puerta que más parecía la puerta de la tortura para un gordo tuvo que ladearse.

Pensé como sería el cajón de muerto para aquel individuo.

El libro que leo se llama:  El libro de los amores ridículos de Milan Kundera, por si se quedaron con la duda de saber de qué libro les hablaba al inicio de este relato y quiero decirles que no tiene nada que ver con Doñá Tula, es que no puedo concentrarme en la lectura y mi mente me hala hacia otros horizontes.

Ya tengo por allí otros personajes que iré trayendo a colación conforme me acuerde y vea que hacen mención en el  baúl de las tías.