Esta cabeza mía que no me permite concentrarme en la lectura.
Muy de mañanita empecé a leer un libro que según la persona que me lo
prestó es muy interesante, y no lo dudo.
Pero esta cabeza mía que en cuanto empieza a leer corre hacia otros
horizontes y pierde la concentración en la lectura me llevó con doña Tula.
Un personaje que utilizaba
mucho mi abuela cuando miraba que comíamos como descocidos. Nos decía:
“Si seguís comiendo así te pondrás como doña Tula Villatoro”.
Nunca la conocí pero por lo que decía mi abuela, deduzco que debe haber
sido un personaje muy gordo y legendario quizás de la época de la juventud de
mi abuela a quien con toda seguridad amenazaban con la misma cantaleta cuando comía
como descocida. JE.
Un día le pregunté quién es esa tal Tula Villatoro a lo que contestó: “una señora muy gorda que camina por las
calles de Guatemala”. Lo que divierte es
que la puerta de entrada a su casa es tan angosta que para que la Tula entrara en
ella, tenía que sesgarse y de seguro le costaba un mundo entrar.
Creo que la hicieron tan angosta, con el fin de que dejara de engordar.
Un día decidí llegar a la casa de la mencionada Tula para cerciorarme si
lo que me decían era cierto. La casa de
doña Tula, quedaba en la primera calle y
6ª avenida de la zona 1, no me costaba mucho llegar hasta ella porque nosotros
vivíamos en la primera calle “D” y primera avenida de la misma zona, podía ir
caminando inclusive.
Efectivamente vi una puerta tan angosta por la que podría pasar
cualquier flaco pero doña Tula…
En una de tantas, pasando frente a la casa de doña Tula pero en carro, vi bajar de un ídem, No a doña Tula, si no a
su hijo que para entonces, ya era conocido como el hombre más gordo de
Guatemala. No pude creer lo que vieron
mis ojos, ciertamente era un hombre muy gordo y para entrar por aquella puerta
que más parecía la puerta de la tortura para un gordo tuvo que ladearse.
Pensé como sería el cajón de muerto para aquel individuo.
El libro que leo se llama: El
libro de los amores ridículos de Milan Kundera, por si se quedaron con la duda
de saber de qué libro les hablaba al inicio de este relato y quiero decirles que no tiene nada que ver con Doñá Tula, es que no puedo concentrarme en la lectura y mi mente me hala hacia otros horizontes.
Ya tengo por allí otros personajes que iré trayendo a colación conforme
me acuerde y vea que hacen mención en el baúl de las tías.
No he leído el atal libro, pero esos horizontes me resultan agradables, la gordura es bella.
ResponderEliminarUn beso.
Puede ser, si no afecta la salud.
ResponderEliminarBesos Amapola gracias por pasarte.
Interesante la historia de tu historia! tu mente trabaja siempre, aunque esté entre los pesonajes de otro autor. Tu Doña Tula, una imagen serena y graciosa que habitará siempre en Guatemala y tus recuerdos.
ResponderEliminarMi cariño.
Um bom livro abre-nos os pensamentos como se pudessemos mover o mundo à nossavolta
ResponderEliminarDe acuerdo contigo la gordura ,pero que no afecte la salud,abrazos
ResponderEliminarJajajaja eso pensaba yo que no tenía que ver el libro con la Tía Tula, pro me ha gustado que me cuentes la historia.
ResponderEliminarAida, la mente tiene vida propia y a veces nos lleva por caminos sorprendentes, como es tu caso...Otras veces nos recuerda a alguien, que a continuación nos llama por teléfono o nos deja un mensaje...A todos nos pasa lo mismo, amiga, no siempre podemos concentrarnos en la lectura, la cabeza hojea sus propias historias y nos las cuenta...(sonrío)
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo inmenso, amiga.
M.Jesús
Poco alcancé a leer del libro... Vagos recuerdos llegan a mi memoria acerca de doña Tula. Esa vida apacible de los tiempos de antes en realidad se extraña. Eran días llenos de mágia o la emoción que tienen todos los niños por descubrir algo nuevo. Tu narrativa muy descriptiva, me ubica por San Sebastían.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algunas veces una no se concentra leyendo, escribiendo o en nada.
ResponderEliminarPobre doña Tula, las personas no son gordas porque quieren, a ella seguramente le hubiese gustado tener un peso aceptable, y el hijo con el mismo problema. No todas las personas obesas comen cómo descosidas (aquí lo decimos así)
Besos, mi apreciada amiga
lo dicho, dicho está:
ResponderEliminarhay gordos para todos los gustos
gordas, para todos los (dis)gustos
libros con doñas Tula y cantilenas con doñas Ramona, que vienen a ser primas cercanas de aquellas.
y luego está el inmisericorde Milân Kundera, que como la miel, no estaba hecho para cualquier boca...
Me retiro a leerme un capitulito de mi caro Milân...
abrazos
Completamente equivocada mi querida Pilar, en el libro no existen las Tulas y bueno creo que tampoco las Ramonas.
EliminarEstás equivocada con el título de seguro, porque con tu amplio conocimiento sobre literatura no caerías en esos errores.
Gracias por pasarte.
Un beso.
Te he dedicado una entrada en mi blog, " sueños de ampola azzul", besos.
ResponderEliminarGracias Amapola, pasaré a leerla, eres un sol.
EliminarGracias por pasarte.
Si se distrajo con doña Tula, es normal, tuvo una razón "de peso"
ResponderEliminarBuen libro, sí señora.
Bss
Es que las historias de las abuelas, por extrañas que parezcan, son reales.
ResponderEliminarMuy simpática entrada, me gustó.
mariarosa
La intención de este relato, es ir dando a conocer a algunos personajes de mi querida Guatemala. Personajes que muchas veces fueron utilizadas en forma coloquial para hacer ver alguna cualidad o defecto en nosotros.
ResponderEliminarEspero no ofender a algún gordis que se aparezca por este mi querido blog que lo que menos intenta es ofender a nadie.
Pero bue, cada quien toma las cosas según su forma de verlas.
Besos queridos amigos.
JEJEJEJE A MÍ TAMBIÉN ME SUCEDE A VECES LO MISMO, PIERDO EL HILO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Jajajaja! La mente da veces da unas divagaciones!!!
ResponderEliminarDebiera haber puertas y construcciones flexibles para esos casos, tan complicados. Los coches y los asientos de aviones y colectivos, otro problemón para quien engorda de más.
Besos, Aída.
Hay mucha simpatía en tu relato Pluma!!!!
ResponderEliminarY leyendo tu simpático relato, vino a mi memoria "La Tía Tula" de Unamuno...uyyy cuantos recuerdos...
ResponderEliminarBesos querida Aída, buen comienzo de semana.
Simpático relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Debió ser obesa como enfermedad, el hijo por lo menos debia haberse cambiado de casa, o agrandado la puerta.
ResponderEliminarEs lo que tiene la falta de concentración que siempre terminamos pensando en historias antiguas a las que llegamos sin saber como. Esta que nos traes hoy es entretenida y al parecer dejó herencia doble :)
ResponderEliminarAbrazos.
Y como la lectura engorda la imaginación nos sumerge entre sus letras las vivimos y las asociamos a historias que conocemos, o hemos vivido , de ahí la grandeza de cualquier gordura... siempre y cuando sea saludable :)
ResponderEliminarme encantó
Un abrazo grande
Esperamos tus próximos personajes.
ResponderEliminarFeliz semana, Aida.
Me has hechor recordar otro libro.
ResponderEliminarLa tía Tula.
Buen libro.
http://es.wikipedia.org/wiki/La_t%C3%ADa_Tula
Besos.
Hola !
ResponderEliminarQuiero creer que tu mente te regala lo que necesitas en el momento.
Recordar a tu abuela, independientemente del tema, te da un apapacho. Un vistazo a tu origen.
Apuesto a que recordaste su voz, su rostro y su preocupacion por ti.
Los recuerdos, de las personas que nos cuidaron de niños, nos llenan de agradecimiento.
Y aprendemos a aceptarlos y a aceptarnos, a pesar de todo... con afecto.
Saludos...
A mí me recordaste este tema...
ResponderEliminar;-)
https://www.youtube.com/watch?v=XZHF6SDWtU8
Candela!
A menudo las asociaciones de ideas dependen tanto del instante, verdad?
Un beso, mi Plumita.